Me pregunto si el juez que ha decidido que mi hijo no es mi hijo “legalmente”, tiene niñ@s. Si alguna vez se sentó con su pareja a soñar la idea de tener hij@s junt@s. Si alguna vez llegó a tomar esa gran decisión con su esposa o su marido. Si vivió la intensidad de buscar un embarazo, las ilusiones, las desilusiones, las esperas….
Si compartió la borrachera de emociones que te embriaga cuando el test de embarazo sale positivo. Si acompañó a su pareja en el embarazo día a día, disfrutando desde afuera esa magia de la creación, con sus vómitos, sus antojos, su belleza infinita.
Si este señor juez sabe qué es ver nacer a tu hijo del vientre de la persona que amas. Y cogerle en tus brazos y derretirte en ternura…. y saber, porque ya es el tercero, que está todo por venir, la gran aventura de acompañar el despliegue del alma de este nuevo ser.
Y si este señor juez alguna vez ha vivido todo esto como lo he vivido yo, ¿se puede imaginar que se siente cuando te dice alguien, quien sea, que este bebé que tienes en tus brazos no es tu hijo? ¿Y si encima ese alguien es un representante de lo que se hace llamar “la justicia”? Rabia, dolor, frustración….
Que este no es mi hijo dicen, porque a pesar de todo lo anterior, este hijo mío no tiene un vínculo biológico conmigo. Porque somos un matrimonio de dos mujeres. Y por eso, por estas dos razones, este señor juez y todo el sistema burocrático al que pertenece niega rotundamente la realidad de mi hijo, de nuestra familia, de nuestro amor.
Todos los bebés que nacieron el mismo fin de semana que nuestro hijo, salieron del hospital de Denia ya inscritos en el Registro Civil. El nuestro no. Por ser dos mamás no pudimos acceder al nuevo servicio de inscripción telemática del Ministerio de Justicia en los hospitales.
La funcionaria miraba nerviosamente de la pantalla del ordenador a los papeles, de los papeles a mí, de mí a la pantalla otra vez. Y por más que repetía el proceso el ordenador seguía diciéndole “Caso de Exclusión no especificado”. Exclusión. Y mis tripas empezaban a retorcerse….
Exclusión es algo con lo que simplemente convives cuando tu orientación sexual te lleva a enamorarte de personas de tu mismo género. Exclusión desde los cuentos de príncipes y princesas de la infancia, pasando por las series de TV de la adolescencia, las explicaciones en el cole, las bromas, los comentarios homofóbicos, los silencios….
Hasta el día que a los 41 años de edad, cuando crees que ya las cosas han cambiado, que estás casada con la mujer que amas, te dice una funcionaria que el nuevo programa informático del Ministerio de Justicia no admite a un matrimonio de dos mujeres para inscribir a sus bebés. Tiene cojones la cosa, como diría mi padre.
Y de cojones me da a mí que va, porque esta exclusión desde el hospital, hasta el juez del Registro civil de Denia, que niega mi maternidad tiene mucho que ver con esta sociedad machista en la que aun vivimos. Porque detrás de la negación de mi maternidad está la protección de un supuesto padre biológico que supuestamente podría aparecer en un supuesto futuro, y todos estos supuestos de este supuesto hombre se superponen por encima de la realidad presente que tiene el señor juez ante sí: una familia compuesta por un matrimonio de dos mujeres y sus tres hijos.
También de cojones va la cosa cuando me doy cuenta de que si los tuviera, o sea que si yo fuera un hombre, casado con mi mujer, no habría tenido ninguno de estos problemas que estoy teniendo aunque NO FUERA EL PADRE BIOLOGICO.
Es decir, si yo fuera un señor, nuestro bebe habría quedado inscrito sin más problemas en el ordenador del hospital de Denia, dos días después de su nacimiento. Y no habría necesitado más pruebas ni más papeles que ningún otro matrimonio heterosexual aunque yo no fuera el padre biológico (parece que en el caso de matrimonios heterosexuales no es una preocupación las posibles reclamaciones de paternidad). O sea, ¡tiene cojones la cosa!
Y en todo este proceso he llorado, he llorado por la injusticia de este sistema, por la injusticia de esta decisión, pero también he llorado por muchas otras veces que se me ha negado la realidad de mis relaciones, por las veces que he tenido que ir a casa de una novia siendo su “amiga”, por las veces que me han dado una habitación con dos camas individuales en vez de una de matrimonio cuando he ido con una novia a un hotel, por las veces que me han gritado algo en la calle por ir con una chica de la mano, por mí y por todas las mujeres y hombres que seguimos siendo una minoría oprimida en una sociedad heteronormativa, que sigue vistiendo a sus bebes de azul y rosa y sigue diciéndole a sus niñas lo monas y guapas que son y ay madre cuantos novios va a tener.
Y también he llorado por todo el amor y apoyo que hemos recibido hasta ahora de familiares y amigas y amigos cercanos así como de otras personas, incluso desconocidas y desconocidos, que se han indignado con nosotras ante esta injusticia. Esta injusticia que llega a muchas personas con sorpresa, en un país donde se piensa que la igualdad está ya conquistada. Pues no, aun falta mucho por conquistar y desde luego esta batalla, pequeña en el mundo pero grande para mi, la vamos a luchar hasta el final. Si quieres luchar con nosotras, firma la petición:
Guau!!
cuanta belleza, pasión, dolor, realidad, emoción en este escrito.
Gracias por compartirlo desde ese lugar tan autentico y hermoso.
Animo valientes!!!
¡Ánimo, todo mi apoyo en esta lucha! Porque estáis luchando por vuestro hijo, pero también por todos los hijos del mundo, por el fin de la discriminación y por el despertar de tantas y tantas mentes estrechas que no ven más allá de las cuatro paredes de su casa. Esas mentes no ven amor en vuestra relación y eso es muy triste.
También os doy las gracias porque espero que vuestra lucha y vuestra valentía sirva para que, cuando yo tenga un nieto, pueda ser hijo legal de mi hija y de su novia.
Siento vergüenza de nuestro país.
Mucho ánimo, estamos con vosotr@s!